Cróniques de Merche, dende Nicaragua (IV)

Wiwilí, a orielles del ríu Coco, en 1989. Nicaragua.

06/10/06. «Buenas noches, buenos días. Me encuentro el el ordenador del hotel sola, frente a esta pantalla a la que intento transmitir un pedacito de corazón. Hoy ha sido un dia completo, vamos de esoss de diez.

»Son las ocho y ya vamos a cenar. Nos hemos levantado muy temprano y a las 6 de la mañana estabamos ya en ruta. Esta mañana hacia frío, con niebla, pero en cada recodo de la carretra- pista-camino hemos descubierto cosas nuevas: un paisaje exuberante, cafetales, bananos, flamboyanes, cabras, vacas, paisanos a caballo, guaguas, niños andando con sus uniformes azules y sus mochilas para ir al colegio, vacas, cabras, gente en bici, moto....

»Walter, el conductor que nos lleva, es un buen hombre; hemos llevado en la cajuela del cuatro por cuatro a muchas personas, de una comunidad a otra y a los niños al colegio. A las 7.30 hemos parado en Pantasma a desayunar. La niebla levanta y el sol calienta. Seguimos ruta y a las 9.30 hemos llegado a Wiwilí.

»Wiwilí esta muy alejado de todo, es una comunidad grande y dispersa. El centro de Salud tiene 30 camas para poder atender a los pacientes que en un traslado de 4 horas morirían, o para atender a los partos, o para operar cirugía menor... Lo lleva personal muy entregado. La comunidad mas lejana dista 275 Km. por vía acuática y hasta allí llegan ellos en las brigadas, además de tener Puestos de Salud en 11 comunidades más. Hemos estado allí dos horas. Nos ha recibido Manrique, el Jefe de Enfermería y Enoc, el enfermero que ha recibido los cursos de urgencias que hemos venido a evaluar. Después de la entrevista nos han llevado a ver el río Coco. Impresionante, se adentra en la selva y comunica a las comunidades en panga. No nos queríamos ir, pero había que visitar otro cento de salud que estaba a 1.30 horas de camino
Hemos comido en un comedor local: picado de pollo, arroz, plátano verde frito y crema de leche. Aderezado con cerveza local, Toña o Victoria, segun el gusto (a mí me gusta más la Victoria, es más suave).

»En Pantasma nos corría el sudor y la mezcla de polvo del camino por todo el cuerpo. Vamos, que vamos hechas unos adefesios, pero que no falte el cálido chaleco de Fuden que llevamos como distintivo. A mi me ha dado un poco de fiebre, era un golpe de calor. Bebo agua como una cosaca, pero no sé donde puedo ir a orinar...

»Visitamos el centro con Isabel; es una enfermera también del curso que daremos la semana que viene. Esta embarazadísima, pero nos atiende como una liebre, como un gamo: ligera y amable. Hacemos toda la visita, la volvemos loca a preguntas y, entre medias, pone inyecciones, valora enfermos, nos atiende... no para. Hemos hecho una encuesta auna paciente del centro. Al acabar, se la han llenado los ojos de lágrimas: cómo trabajan estas enfermeras, siempre me atienden muy bien, saben mucho y son tan cariñosas. Pongan a todo un 7 sobre 5. Se abraza a nosotras al despedirse. Dice: gracias por ayudarlas a mejorar... Se me cae la mandíbula, no sé qué decir...

»La vuelta nos ha regalado con lluvia, un arco iris con los colores muy vivos. Walter nos ha aguantado con una paciencia impresionante, él no pierde la compostura; nos para en camino para hacer 35 fotos. El viento que entra por las ventanillas nos refresca y volvemos muy contentas. ¿Que mas puede darnos hoy?.

»Al llegar al hotel viene a buscarnos la Directora de Enfermería de la Sanidad local, Nerea, y nos vamos a tomar una cerveza. Todo esta organizado para la semana que viene. Todo es perfecto, aunque me han picado las hormigas en los pies y no me aguanto... El sábado nos viene a buscar a las tres para ir a pasear. ¡Genial!.

»Y ahora me voy a cenar, porque ha venido el camarero a buscarme. Van a cerrar la cocina y mañana nos levantamos a las 4.30.

»Muchísimos besosssssssssssss. Y gracias por estar ahí. Merche».